jueves, 11 de agosto de 2011

7 agosto 2011: Para toda la vida caminarás conmigo.

A las seis de la mañana sonó el despertador en la carpa en la que habíamos pasado la noche. Desde el preciso instante en que acabaron los fuegos artificiales había empezado a llover y aun seguía haciéndolo.

Recogimos los sacos y el aislante y nos pusimos la misma ropa mojada mojada de la noche anterior pues todo lo demás estaba en la otra carpa y bien guardado para el viaje.

El grupo San Agustín y Maravillas seguían durmiendo pues su autobús salía dos horas más tarde, pero setenta pies caminando entre sus cabezas los despertó dándoles un saludo no deseado.

En la carpa de las mochilas comprobamos que aunque el agua había inundado todo el suelo, la mayoría de las mochilas se habían salvado de mojarse. No obstante el aspecto general era desolador y el barro impregnaba todo aquello que estaba a la vista.

Con la mochila lista salimos corriendo bajo la lluvia a otro pabellón vacío en el que poder desayunar y esperar el autobús.

A las ocho menos diez llegó Juan con el numero de dársena de nuestro autobús. Con todo preparado empezamos un peregrinaje de mochilas y cajas de comidas y ollas para los días de Copenhaguen hasta la puerta del autobús. Fueron quinientos metros durante los primeros momentos sin lluvia que se hicieron eternos por el peso que portabamos.

Cargamos todo en el autobus y nos subimos. Los chavales ocuparon su lugar sin pensar si sentarse con su mejor amigo, pues en su cabeza solo estaba el dormir hasta Copenhague; no habíamos salido del recinto cuando los primeros ya estaban roncando. Viendo alejarse a la ciudad efímera sabía que ese era el final.

Tengo una amiga a la que sus padres siempre le prohibieron ver Pippi Calzaslargas bajo el argumento de que era antieducativa y proponía valores negativos. Pero era la propia Pippilota, y Astrid Lindgren a través de ella, la que nos mostraba la belleza de los finales. Solo acabando se puede volver a empezar, disfrutando del final, siendo consciente de queda siempre queda algo más y de que lo que hace infinito un recuerdo es el carácter finito de la experiencia que lo creó.

El final del Jamboree había llegado, era momento de volver a casa y alegrarnos por lo vivido; solo marchando podríamos volver a encontrarnos en Japón en el 2015 y eso sería una alegría.

Llegamos a Copenhague encontrandolo exactamente igual que como lo dejamos, con un cielo gris uniforme que auguraba una lluvia gris que nos venía atenazando el animo desde Suecia y ninguna esperanza de ver un rayo de sol en mucho tiempo.

Atrás quedaba el Jamboree, la gente que habíamos conocido y todo lo vivido en catorce días inolvidables.

Esta había sido nuestra aventura y no cabía nada más, ni ruido ni silencio. Desde hoy caminaríamos juntos para siempre por mucha distancia que nos separase.

6 agosto 2011: No nos entristecemos al irnos a separar, la esperanza tenemos de volvernos a encontrar.

"Ahora deberías irte a casa, así podrás volver mañana. Porque si no te vas a casa, entonces no puedes volver. Y eso sería una pena"
Pippi Calzaslargas, en un cuento infantil de Astrid Lindgren

El tema de las enfermedades en los campamentos es un tema digno de estudio. Los primeros días siempre hay alguno que se pone enfermo de la cabeza o la tripa sin más síntomas que un desconsolado llanto; el diagnostico: mamítis. Yo he llegado a curar este mal con la disolución de unas bolas de caramelo disueltas en agua y un buen abrazo. Pero según avanzan los días el mal cambia a anginas, resfriados o procesos gripales entre un grupo muy concreto, los pocodurmientes. Y es que el descanso es fundamental cuando se lleva un ritmo tan frenético.

El ritmo de todos estos días había sido trepidante y desde hacia un par de jornadas los chavales habían empezado a caer enfermos a un ritmo casi pandemico. Por ese motivo dos o tres participantes de nuestra tropa tuvieron que visitar el medico nada más empezar la mañana.

Mientras tanto un ambiente de clausura había comenzado a inundar el campamento y las construcciones que antaño habían dado lustre a la inmensa pradera ahora caían como si un tsunami fuera arrasando la zona lentamente.

Nuestra tropa comenzó con la recogida del equipaje. De repente toda la ropa acumulada durante los días en el suelo de las tiendas inundó la parte central del circulo que formaban el asentamiento transformando el césped en una alfombra multicolor con el factor común de la suciedad, las arrugas y el desconocimiento de si tal y cual prenda era propia o simplemente me había acostumbrado a verla todos los dias al acostarme y al despertarme y entonces le había cogido cariño.

Los nuestros variaron en las dificultades acaecidas y mientras Jorge tenia serias dificultades para entender como su madre había conseguido meter todo el "sindios" de ropa en la mochila, para Sergio lo era ver dnde metía todo lo que había cambiado en estos dias. Por su lado Gareth, Dani y las chicas lo tenían todo más controlado y en poco tiempo tenían listo su macuto y empezaban a desmontar sus tiendas. Cuando empezaron a sacar bultos y ponerlos en el centro Paula sacó lo que parecia un ataud con ruedas y es que era tal el volumen de la nueva mochila que le cabía lo nuevo y lo que trajo desde Madrid.

Por nuestra parte los scouters habíamos empezado a desmontar la construcción que había hecho las veces de mirador y cocina. En poco tiempo había desaparecido la lona que lo cubría y los palos travesaños secundarios y solo quedaban los apuntalamientos verticales que estaban clavados al suelos a una profundidad de un brazo. Cinco de estos pilares los sacamos con más o menos esfuerzo y pala, dejando para el final el alto mástil de ocho metros desde el que ondeaban las banderas de España y Scout.

En ese preciso instante se nos ocurrió que no había mejor manera que bajar aquel acento vertical a hachazos. Calculamos el radio posible de caída e hicimos un cordón alrededor para evitar un accidente y hacha en mano comencé a golpear el tronco a un metro de la base. Los golpes, dirigidos en el mismo punto para poder controlar la caída, hacían zozobrar el mástil mientras alrededor los chavales entonaban todas las consignas hispanicas aprendidas durante el mundial. El ambiente era tan bueno que poco a poco se fueron uniendo personas de otros países que pasaban por allí y cuando el último hachazo hizo doblar la madera y cayó al suelo, un gran estruendo de aplausos resonó en el ambiente. Tan solo una scouter sueca planteo la peligrosidad de dicho acto espontaneo recibiendo un contrargumento de caracter ludico y demostrandola que había caido en el punto planificado.

El resto del tiempo continuó con la recogida de la zona y el desmontaje de las demás tiendas. Lo ultimo en quitarse fue la gran carpa blanca y con ella los bancos y mesas y el menaje de cocina.

Por la mañana nos habían dicho que teníamos que devolver todo lo prestado en perfecto estado de limpieza, lo cual nos preocupó a los cuatro scouter porque había cosas que habíamos perdido de vista hacía días y porque había otra con una costra de grasa acumulada durante los días. Esto planteó una situación pedagógica perfecta: un pequeño esfuerzo (de limpieza) cada día o una paliza final.

Los chavales vieron el percal que se avecinaba y se tumbaron entre las mochilas dispuestos a dormitar, así que me vi obligado a levantarlos con una refrescante ducha de agua. Mojados y enfurruñados se levantaron a limpiar y cuando menos cuenta se dieron todos estaban raspando grasa, fregando o aclarando fogones.

Con todo listo listo y la alegría de saber que no tendríamos que devolver las ollas y sartenes con sus dos centímetros de grasa empezamos a dar viajes con las mesas, las carpas, bancos, cocinas... Y llevando los ocho cubos de basura clasificada al más puro "Sweden Style" y rezando para que no nos hibieramos equivocado y nos hicieran meternos en los cubos como días antes Sergio y Dani.

Con la pradera vacía de tiendas y limpia nos íbamos a llevar los macutos al pabellón de España, pero la noticia de que había sido ocupado por otros Scouts del contingente iniciamos un peregrinaje en la búsqueda de algún otro pabellón vacío en el que pasar la noche. El periplo nos llevó por varios pabellones hasta que finalmente nos quedamos en uno aparentemente vacío.

Temiendo el expolio que se suele dar el ultimo día de Jamboree los scouters organizamos tres turnos de vigilancia para quedarnos por pareja junto a los macutos mientras los chavales y scouters disfrutaban de la ceremonia de despedida.

El escenario habitual en el que se habían desarrollado los actos conmemorativos anteriores había desaparecido y en su lugar había una nueva estructura de planta cuadrada coronada por un techo de forma piramidal y cuatro pantallas gigantes, una por cada lado y un impresionante despliegue de luces y altavoces.

El acto empezó con el saludo de los reyes de Suecia. Un rato antes me había enterado que "sus altezas" llevaban disfrutando del Jamboree con nosotros desde hacía dos días, pero no en una carpa real con todo lujo de comodidades, sino en una tienda de campaña como los demás, en la misma zona que los ISTs, comiendo lo mismo que los voluntarios y esperando la cola del comedor como todo buen hijo de vecino. Un buen ejemplo de humildad del presidente honorifico de los scouts del mundo.

Continuó con varios videos resumen del Jamboree que si bien no sirvió para resumir todo lo ocurrido si abría el cajón de la memoria para poder recordar nuestro Jamboree, el Jamboree que cada uno había diseñado y disfrutado durante doce días. Pero cuando estaba a punto de acabar un aguacero repentino comenzó a caer sobre nosotros mientras los focos enfocados a las cuarentamil personas alli reunidas daban cuenta de la manta de agua que se avecinaba. Todos empezamos a correr cuesta arriba raudos a refugiarnos bajo las copas de los arboles y a buscar los chubasqueros. La escapada desordenada iluminada por los flasazos de las luces del escenario me recordó la escena de Harry Potter en que ha de escapar de los moriptifagos y dementores tras el ataque en la final del mundial de quidicht.

Cuando llegamos a la carpa el chaparrón estaba parando, pero aprovechamos para prevenirnos de posibles tormentas posteriores y para hacer el cambio de guardia. Se quedaros Carmen y Cristina, del G. S. Santiago el Mayor.

La vuelta al recinto del espectáculo supuso un autentico choque generacional. Los presentadores dieron paso a Kate Ryan, ídolo de jóvenes y adolescentes que tararearon sin dudar sus canciones y que entono el "Changing the world", himno del Jamboree. A continuación llegó el grupo Europe que nos deleitó con temas míticos con "The final countdown" o su versión del himno del evento scout. Para entonces estaba empezando a llover fuerte y yo tenía que volver a la carpa a dar el relevo.

Escuché el resto del concierto desde la lejanía y en soledad, ya que Pilar, del G. S. Maravillas no pudo soportar la presión de bajar a la fiesta y me pidió permiso para ir a verlo; se lo di mientras yo me quedaba actualizando el blog. Pero la distancia con el escenario no impidió que también desde la carpa pudiera disfrutar de las canciones y los fuegos artificiales que marcaron el final de la fiesta.

Media hora antes del final comenzó de nuevo a diluviar, pero en esta ocasión de manera repentina y continuada. El mismo efecto tambor que se sucedía en la tienda cuando caía el agua sobre ella se repitió en la carpa, pero multiplicado por el tamaño de la superficie del techo y la virulencia de la tormenta que estaba cayendo.

Los chavales parecían no haberse percatado de que, como temían los irreductibles galos, el cielo se estaba cayendo sobre ellos y cuando regresaron a la carpa estaban completamente empapados. Venían además con un sentimiento encontrado por haber cantado con Kate Ryan y haber bailado con la música que escuchaban sus padres de jóvenes.

El final de la fiesta marcó el comienzo de la tragedia. Cuando todos los chavales comenzaban a llegar a la carpa atestada de mochilas y se agolpaban en la puerta y bajo la lluvia por el poco espacio disponible llegó el responsable del contigente hungaro reclamando la propiedad y uso de dicha carpa. Comencé una batalla dialectica con él para tratar de hacerle ver que con todo el recinto sin carteles era difícil saber que pabellón era de quién en aquel laberinto, pero una bandera de tres metros cuadrados en un mastil de la puerta fue su argumento final.

Vencidos en la negociacion diplomatica tuvimos que pedir a los chavales que cogieran todas sus pertenencias mientras los scouters buscaban otro pabellón donde pasar la noche mientras la lluvia intensa seguía cayendo. Esto supuso que se diera un fenómeno característico de todos los campamentos, la perdida progresiva de pertenencias. Según esto, si un chaval saliera de un sitio con una mochila de sesenta litros y le hicieramos dejar y coger dicho macuto en veinte sitios distintos, al final llegaría con un equipaje no mayor a un neceser tras haber perdido sus pertenencias en el trayecto. Este fenomeno se cebaba especialmente con Jorge, Sergio y Gareth.

Justo enfrente de la fortaleza húngara había una carpa larga y estrecha que a priori parecía vacía y segura. Era larga y estrecha y con setenta y tres personas dentro parecía un poco caotica pero el sueño y la lluvia la pintaban ideal para pasar lo poco que quedaba de noche. No obstante, temerosos porque se diera otro reclamo de la propiedad a mitad de la noche decidimos buscar otra alternativa y dividir a los chavales para poder asegurarnos ambas.Con el plan perfectamente estudiado y los chavales divididos en dos grupos nos disponíamos a dormirnos.

Sin embargo la lluvia no estaba dispuesta a darnos descanso y cuando casi apagabamos la luz una tromba de golpes se desplomó sobre el Jamboree. En la primera carpa el agua entró por abajo inundando completamente el suelo y mojando algunas mochilas y en la segunda carpa empezó a entrar justo a tiempo para retirar los aislantes y jugar al tetris para poder caber todos. Los chavales de la carpa estrecha tuvieron que pasarse a la segunda ocupando todo el suelo disponible y entonces la luz se apagó. Era la hora de dormir para ellos.

Eran las dos y media de la madrugada y los scouters nos dividimos en tres grupos. Un grupo se dedicó a coger mesas, montarlas y ponerlas en los lados de la primera carpa para a continuación coger todas la mochilas ynsubirlas encima. El segundo grupo se armó de palas y empezó a cavar una zanja de diez y ocho metros de largo y treinta de ancho justo al lado de pabellón para evitar que el agua volviera a entrar y mojara a los que dormían dentro. El tercer grupo se quedó dentro del pabellón esperando a que los chavales entraran y encontraran sitio donde hubicarse.

Eran las tres y media de la madrugada cuando todos estaban por fin acostados, fuera diluviaba, los relampagos iluminaban el interior de la carpa y el despertador sonaría solo en dos horas y media...

Hoy la aventura había sido intensa y larga y al día siguiente marcharíamos acabando nuestro periplo sueco. En ningún lado oficial contarían nuestra aventura y solo nosotros sabríamos lo vivido. Este era nuestro Jamboree y lo demás o silencio o ruido.

5 agosto 2011: Coger la rosa mientras podáis, veloz el tiempo vuela...

"La libertad no consiste en hacer lo que quemos, sino en tener el derecho de hacer lo que debemos"
Papa Juan Pablo II

Pocas cosas hay tan agradables en la vida como levantarse por la mañana, salir de la tienda y que nada más poner un pie fuera empiece a caer tal chaparrón que no te haga la falta ir al baño a lavarte la cara e incluso que acabes tan mojado quenpuedas hacer pis encima porque no se notaria. Así empezó nuestra penúltima jornada de Jamboree.

Parecia otro de esos días grises que tanto nos habían apagado en las jornadas previas, pero a la hora de despertarnos ya jo quedaba rastro de las nubes ni la lluvia y de nuevo un cielo azul nos ofrecía lo mejor para disfrutar de miles de actividades.

Hacia tiempo que queríamos volver a la "Most Primitive Scouting Experience" y empaparnos del aprendizaje que allí nos ofrecían. Los chavales marcharon para allá y yo me uní después de terminar la reunión de responsables de unidad de cada día. En esta experiencia primitiva pudimos aprender a tallar una cuchara o a construir un turbo fuego, una forma de cocinar con fuego en el campo y que con el simple vaciado de un tronco y un fuego interior permitía hervir agua en menos de cuatro minutos. Bear Grylls, el último superviviente temblaba por si le quitábamos el puesto.

Los chicos no pudieron acabar bien la tarea cuando tuvieron que marchar raudos al otro lado del recinto del Jamboree, justo al lado de la entrada del pueblo Spring, el de los adultos, donde los Filandeses habían instalado desde el principio del evento una sauna en la que cualquiera podía acercarse un poco más a las costumbres de este país nordico. Era el punto favorito de muchos acampados que venían de países en los que jamás habían visto algo así.

Los nuestros entraron primero y cuando salieron dieron paso a las chicas, que también habían reservado para pasar un rato de relax abriendo bien sus poros. Cuando salieron todos parecían cochinillos coloraditos e hiperelajados. Nos planteamos los scouters muy seriamente montar una en nuestros campamentos para que fueran todos los dias media hora antes de ir a dormir.

Por primera vez en todo el Jamboree una de las actividades que íbamos a hacer estaba al lado de la otra y tardamos menos de dos minutos en llegar a la siguiente: un taller de radio. Cada cuatro años, la impresionante plantilla de radioaficionados scout hacer un Jamboree en las ondas, la llegada de las nuevas tecnologías hace que también lo hagan en internet. Ambos eventos se denominan JOTA y JOTI y al igual que el Jamboree en vivo reune a infinidad de personas y tiene sus propias insignias.

Los medios de hace años determinaban que la radio fuera un elemento muy presente en los campamentos scout, pues era el medio de contactar en un campamento cuando se estaba de ruta o de raid o de conocer a scouts de todo el mundo sin el recurso del Messenger o el Facebook.

La actividad, que estaba dividida en varias carpas, estaba dirigida por un grupo de esos "antiguos" scouts que aun mantenían la afición de comunicarse por radio. Si pasábamos por todas las bases conseguíamos la insignia oficial de la radio del Jamboree. Y los hicímos.

Primero fuimos a una base en la que nos dotaron de una gran antena receptora de ondas y debíamos jugar al "Fox Hunting", donde los zorros eran unos emisores de señales morse colocados por el campo que debíamos encontrar orientando las antenas y andando en la dirección en la cual la señal era más clara. Cuando los encontrabamos debiamos marcar nuestra ficha con una troqueladora colocada al lado del emisor.

La segunda prueba era una base de código morse y en ella debíamos tomar un emisor de morse, colocar el receptor frente a un compañero y enviarle un mensaje que este debía recibir correctamente y descifrar.

En tercer lugar pasamos por la estación de radio de señal de alta calidad, en la que con unos medios impresionantes y gracias a un scout radioaficionado pudimos contactar con uno de los organizadores del Jamboree en las ondas de Gran Canaria. Estuvimos hablando largo rato de nuestro campamento de hace tres años en Gran Canaria, de las personas en común que conocíamos y de los parajes canarios por los que pasamos y todo esto a tan solo cincomil kilometros de distancia...

La cuarta y última base fue un sencillo recorrido de obstáculos que se convertía en imposible cuando nos ponían unas gafas opacas, un vaso lleno de agua en las manos y teníamos que hacerlo con las indicaciones que nuestro compañero nos daba desde fuera a través de un walkie.

Con las cuatro pruebas superadas nos dirigimos a la caseta central donde nos dieron el susodicho oficial.

De allí salimos volando, pues los chavales tenían que estar en la zona de acampada para comer (a las cuatro de la tarde) y los scooters teníamos una reunión con el responsable del contingente español para hacerle llegar nuestro parecer acerca de la organización del Jamboree. Una reunión muy productiva en la que espontáneamente , como en los grandes movimientos sociales, surgió un equipo de trabajo para el Jamboree de Japón del 2015 el cual pondremos en marcha a partir del próximos mes de octubre. Tan solo cuatro años para preparar el próximo gran evento internacional y, como decía Baden-Powell, tanto por hacer y tan poco tiempo para hacerlo.

Por lo demás fue una reunión de una gran aporte de ideas que han de superar la barrera de la jerarquía scout, gran ausente en el mayor evento scout. Pero dicen que cuando la política entra por la puerta la pedagogía sale por la ventana, así que preferimos obviar este aspecto y quedarnos con lo bonito.

Con el trabajo cumplido nos fuimos a la zona de cambio. Desde el comienzo del Jamboree los más avispados coleccionista de insignias, uniformidades y pañoletas habían estado ojeando cuales eran las más preciadas, las más exclusivas o las de los países más pequeños y extraños y, como en un libre mercado, las leyes de la oferta y la demanda determinarían el coste de las cosas. Así pues, las insignias y pañoletas de las islas de San Vicente y Granada, Trinidad y Tobago o Nueva Zelanda, cuyo contingente había estado compuesto por poco más de cinco o seis personas, tendrían un valor incalculable por lo exclusivo más allá que por lo estético.

En nuestro grupo había un camiador muy ducho en el arte del trueque aunque desconcertante en los objetos que llegaba a cambiar y coleccionar. Sergio le cogió el gustillo a este tema y son su bolsa bajo el brazo y sin hacer ruido solía escaparse en cualquier dirección dispuesto a cambiar a su familia si hiciera falta. Con el paso de los dias había acumulado elementos scouts de lo más dispares y los llevaba puestos en todo momento. La camisa de la uniformidad norteamericana, las pañoletas de Bélgica, Reino Unido, Libia, Francia, España..., las insignias oficiales de algunos países y otras de eventos desconocidos, el abrigo de Colombia y dos llaveros de la Torre Eiffel que había cambiado por la insignia de Bélgica y todo ello puesto a la vez. Sergio era el museo andante del Escultismo que Dali habría inventado.

Hoy era el penultimo día del Jamboree y la gente empezaba a volverse loca por consegir ese objeto que había estado deseando desde el principio y la zona de cambios parecía un mercado indú. Una manta de pañoletas, insignias, sudaderos y abrigos cubría el suelo en improvisados puestecillos y surgían estrechos pasillos que a modo de corredor permitía a los andantes ojear el material expuesto. Por su parte, los más expertos y por ende los más peligrosos para negociar ocupaban las pocas mesas que se habían puesto en las lindes de este espacio. Cuando llegabas por primera vez allí tenías que decidir si pasear o poner un puesto para cambiar.

Yo empecé los cambios con mal pie y cambié un cortavientos por la insignia de México, una representación del calendario azteca en la cual cada una de sus partes era una de las tropas venidas desde el país americano.

Luego pusimos un puestecillo en el suelo y la cosa no mejoró mucho más. Después de un rato de negociar y cambiar me llevaba de vuelta dos pañoletas falsas de Japón, el polo del contingente ruso e insignias de diversa y dudosa indole. Todo menos mi más ansiado objeto: el cortavientos de Reino Unido, una prenda que algunos chavales habían cambiado por objetos de valores nimios pero que para mi era imposible incluso ofreciendo a mi señora abuela, que seguía en la mochila a la espera de alguna actividad adaptada a su edad.

Me volví al campamento cabizbajo y frustrado por no haber conseguido mi objetivo.

Al regreso nos juntamos un rato los scouters para hablar de un caso algo complejo de un chaval de la tropa y a raíz de esto surgió una charla a cuatro bandas la mar de interesante. Contradiciendo las más arraigadas creencias femeninas pude aprovechar este rato y hacer a la vez a mochila. Esto ya iba en serio y la aventura empezaba a acabar.

Los scouters de nuestra tropa quedamos a las doce con los de la otra tropa madrileña y los ISTs de Madrid para tomar algo y cenar, así que aproveché los veinticinco minutos que tenías para darme una ducha rápida en el ya habitual baño de minusvalidos.

Con una cena en el restaurante del Ramadam y unos crepes en el Húngaro acabó otro día, el penúltimo día.

La cosa estaba acabando y con él la aventura. Mientras tanto esta estaba siendo nuestra historia, lo demás o ruido o sisencillo.

4 agosto 2011: Evenu slalom alejemz

"El alma no puede conocer la paz a no ser que rece por sus enemigos"
San Silouan

No puede haber paz sin comunicación, conocimiento y respeto entre las culturas y Baden-Powell lo sabía cuando pidió a los scouts que fueran personas que trabajaran por la paz a través de estas tres vías. Conscientes de esta realidad el día de hoy nos brindaba la ocasión perfecta para hacernos mensajeros de la paz, era el "Cultural Day" o "Día de las Culturas". Durante veinticuatro horas cada país y cada región debía mostrar a los demás sus tradiciones, su folklore, su gastronomía y los valores que estructuraban su sociedad.

El Jamboree era el lugar perfecto para llevar a cabo este objetivo, pues rara vez se daba una situación mejor en la que coincidieran en un mismo espacio y tiempo personas de todo el planeta dispuestos a dialogar y conocer.

Con otro día más de sol y la resaca afectiva del cumpleaños tuvimos que madrugar un poco más de lo normal para asearnos y estar listos a las nueve menos cuarto en el Event Arena para la foto de contingente. Allí se agolpaban grupos de otros países como México o Túnez.

La foto del contingente español no fue normal, no podía ser normal. Al principio nos pusimos los setecientos treinta scouts de ASDE, después se unieron los scouts de MSC y finalmente los de la Federaçió Catalana de Escoltismo y Giatge. Tres organizaciones para representar al escultismo español que podría ser un reflejo de una sociedad. Lo triste es que la organización scout trabaja por y para los niños y adolescentes y como tal debiera ser tajante con las aspiraciones independentistas de cualquier organización, sean del color o la confesionalidad de quieran.

En España el Escultismo esta representado a nivel internacional por la Federación Española de Escultismo (FEE) y esta engloba a ASDE y MSC como miembros de pleno derecho y a la FCEG como organización observadora. Esta división se había hecho patente desde el comienzo del Jamboree en el pabellón de España con tres rincones diferentes, carteles diferentes... (a diferencia de Rusia, que son nueve organizaciones nacionales pero mostraban unidad). Pero lo que los adultos hicieran no debiera verse reflejado en la actividad directa de los participantes, que nos preguntaron el motivo de los grupos.

Reflexiones aparte, contamos con la presencia del fotógrafo oficial del Jamboree para hacernos la foto. En la foto del continente completo, alrededor de mil quinientas personas, el buen hombre se empeñaba en que mantuviéramos los ojos abiertos como si fuera una grave afrenta que el punto de un milímetro que apareciera después en la foto tuviera los ojos cerrados. Los chavales, perfectos adolescentes, cerraban los ojos a propósito para desesperación del fotógrafo y disfrute de todos los demás que veíamos como peligraba la estabilidad de retratista subido encima de un cubo de basura.

La imagen de la foto de ASDE era espectacular con todos los chavales y scouters con el polo scout. Bueno todos no, faltaba Sergio, que para entonces ya había cambiado su uniformidad scout por una camisa plagada de insignias de los Boys Scout of America la cual lucía en todo momento junto con las veninte pañoletas que había conseguido.

Fuimos reduciendo el grupo de las fotos desde el contingente español, al de ASDE, después al madrileño y finalmente por grupos de Madrid y scouters de patrulla.

Desde allí fuimos a la zona de acampada para desayunar y prepararnos para el día. Yo me metí en la tienda de campaña y cuando salí había viajado en el tiempo y el espacio. Era 15 de mayo y la pradera que se extendía delante de las tiendas estaba cubierta de chulapos y chulapas perfectamente ataviados y dispuestos a cantar y bailar La Revoltosa con cualquier gato que se lo pidiese. Era la pradera de San Isidro.

Mientras algunos chavales empezaban a pasear por el subcampo y probaban las delicadezas culinarias traidas por cada país, otros preparaban migas y embutido para ofrecer a los que vinieran a visitarnos. Un deleite para los sentidos que a juzgar por el número de personas que cataron los productos iberos tuvo un éxito considerable.

Yo me uní a la fiesta un poco más tarde, pues tuve que hacer tres visitas al médico por sendos chavales con dolencias menores. El más simpático fue de nuevo Sergio que decidió por cuenta propia ir al médico a pedir una tirita para ponerse en su micro-herida del dedo y que acabó con el dedo vendado de arriba a abajo para evitar que lo doblara todo el tiempo, posición que según él favorecía una rapida curación.

Con los deberes hechos llegaba el momento del placer.

Empezamos paseando por la zona central y en cada rincón que mirábamos había un espectáculo folklórico diferente.

Primero vimos un montaje de baile de México. Un despliegue de música y color que nos permitió conocer los bailes mexicanos desde el norteño Jalisco hasta el sureño Yucatán pasando por la selva de Chiapas y las danzas tribales.

Después nos encontramos en el escenario cercano al campo Summer con un espectáculo en el que los Scouts venidos de Honk Kong representaban la lucha de un guerrero chino con un fiero dragón. Era espectacular en todo sus sentidos, en lo rico y delicado de sus vestiduras, en la belleza del dragón de más de diez metros y en el manejo que tenían de él.

La guinda la puso un bello espectáculo indio en el que más de cincuentas personas subidas al escenario representaron una historia de amor entre los indues ambientada en la India al más puro estilo Bollywood. Muy pocos montajes de los presentados ese día consiguion atraer a más personas y tenerlas atentas y entregadas hasta el final.

Con el estomago lleno en el paseo por los distintos campamentos y muchas ganas de seguir con la jornada pasamos de puntillas por la comida y continuamos buscando un rincón en el que compartir y conocer algo más de la cultura de aquellos que se ofrecieron a hacerlo.

Yo aproveché para hacer algo de colada tras el susto que tuve la noche anterior cuando la bolsa de ropa sucia empezó a moverse y la ropa que estaba dentro a hablar. Mientras me encontraba yo ropa interior en mano frotando, enjabonando y aclarando pasó por allí el ministro de educación y cultura alemán que estaba pasando la jornada en el Jamboree. El buen hombre no tuve mejor persona y situación que ponerse a hablar conmigo mientras sus dos escoltas y la comitiva de recepción observaban y sonreían y el fotógrafo y el cámara del Jamboree inmortalizaban el momento. Con mi suerte seguro que saldría al día siguiente en el periódico calzoncillos en ristre.

Después del bochornoso momento tendí la ropa limpia en el interior del porche de la tienda para evitar ser reconocido como en que le dió la mano a un ministro mientras la otra sostenía intimidades y me fui con Gastón a la zona de cambio de insignias.

Era la primera ve que decidía meterme en aquel zoco internacional y la sensación inicial hizo que me sintiera abrumado por el ambiente que se respiraba. El ochenta por ciento de los allí presentes eran chavales que con mayor o menor avidez ofrecían sus insignias para intentár conseguir aquella otra tan vistosa que había visto a otro contingente. Pero había un veinte por ciento que como hienas hambrientas habrían cambiado a su propia madre a cambio de la insignia que transformara su colección en escepcional.

Un ejemplo de esto ultimo lo presencié cuando un francés de unos treinta y tantos años pretendía conseguir la insignia del contingente de Granada (formado solo por dos personas y una insignia cada uno de ellos) que estaba en poder de Ramiro. El francés, ataviado con una bolsa de papel con infinidad de insignias menores y una riñonera de cuero con las más valiosas, quería a toda costa esa insignia sin querer dar a cambio otra de las excepcionales insignias que guardaba en la riñonera. El francés en cuestión puso en marcha una operación de acoso y derribo que empezó suave pero que fue subiendo de tono ante la resistencia de Ramiro y que acabó a gritos acusando inutilmente al cambista español de falsedad de las insignias madrileñas y españolas. Tras tres cuartos de hora que no habría soportado ningún chaval más pequeño el scout transpirenaico tuvo que abrir su preciada riñonera de cuero para obtener a cambio la insignia granadina.

Mi ineptitud en el tema del trueque era mucho mayor y con los objetivos claros de lo que quería conseguir coloqué un pequeño tenderete en el que ofrecía mi mercancía. Al principio extendí sobre una pañoleta española las más de quince insignias que aun tenía así como las diez pañoletas que me quedaban, las tres camisetas, la sudadero y el cortavientos. Rápidamente, mis compaños me advirtieron que esa era una mala táctica empresarial, debía ir sacando poco a poco mis excedentes para que pareciera que eran exclusivos y así aumentar su valor. Poco a poco y con mucha vergüenza empecé a negociar con los demás y cuando me quise dar cuenta tenía dos pañoletas falsas de Japón, una insignia de Gibraltar, otra de un cantón alemán y un sombrero mexicano. Nada de lo que quería conseguir.

Apresurados por el inminente comienzo de la gala de cierre del Día de las Culturas salimos del mercadillo vuelta al campamento con la bolsa de insignias y el sombrero mexicano bajo el brazo. Desde la zona de cambio hasta las tiendas le estuve dando la charla a Gastón sobre las bonanzas de tener un sombrero mexicano que pesaba mucho y me quedaba pequeño y lo mucho que me gustaba todo lo relacionado con Mexico. Y no sé como, cuando me quise dar cuenta lo había cambiado por un uniforme de los Boys Scout of America. Gastón no daba credito a lo que veía.

Salimos del campamento y nos unimos a la marea de gente que se dirigía al concierto en el Arena Event. En el camino empezamos a animarnos con los demás países y al poco ya nos habíamos unidos a ellos en los canticos.

Llegamos al Arena y una marea de cabezas ataviadas de muchos colores alfombraba ya gran parte de la pradera. Nos acercamos como pudimos hasta la parte delantera del escenario y allí nos dispusimos a disfrutar de un gran espectáculo en el atardecer sueco, con el cielo azul y con mucho por celebrar.

Si en el acto inaugural fueron unos malabaristas de fuego los que nos pusieron la piel de gallina, en esta ocasión fueron unos bikers los que lograron ponernos en piel y vibrar con sus saltos en el aire. Este espectáculo dió paso a unos cantantes de reage y rap que mi brecha generacional me impedía conocer pero ni mucho menos disfrutar. Salté, bailé, canté y me reí como cualquiera de los chavales y cuando acabó el concierto aun tenía ganas de más fiesta.

De vuelta al campamento los chavales de nuestra tropa adaptaron la canción "mi barba tiene tres pelos..." sustituyendo la palabra barba por calva en clara alusión a mi condición capilar. Lejos e enfadarme celebré su creatividad uniendome al canto y creando la versión ska de la misma.

Cuando los chavales se fueron a dormir, los scouters decidimos ir a dar un paseo nocturno por los restaurantes internacionales que habían puesto.

Comenzamos por el castillo medieval que había montado Reino Unido. Allí pedimos unos refrescos y nos sentamos en una mesa libre cerca del "patio de armas" y entonces descubrimos con gozo que habían puesto un yugo de cuello y manos para hacer la foto con el puesto. En ese preciso instante un grupo de ingleses entrados en la treintena decidion gastados una broma a su amigo y meterle por la fuerza en el cepo, a su vez Gastón, entusiasmado con la broma, decidió ayudar cogiendo de un pie para dificultados la resistencia. La broma acabó cuando a la víctima británica le dio un ataque de pánico y tuvieron que avisar a una ambulancia para que le atendieran de urgencia.

Para Gastón era la tercera vez que veía a alguien el el Jamboree con un ataque de pánico y se preguntó que se sentiría, por lo que pidió que le obligáramos por la fuerza a meterse en el instrumento de tortura. Entonces Potaje, uno de los IST canarios, le bloqueó el solo con una llave y le dirigió al yugo para obligarle, con tan mala suerte que le incrustó su barbilla en el madero y casi le rompe los dientes.

Con la experiencia y los refrescos acabados nos dirigíamos a la puerta cuando descubrimos que habían instalado una gran tablón con un dragón y un San Jorge dibujados y por cuyos agujeros a la altura de la cara podíamos asomar la cabeza y tomar otra divertida estampa. Otra vez Gastón, a priori persona prudente y comedida, nos prometió ponerle al dragón unos grandes mofletes y cuando ya teníamos preparada la cámara para el momento asomó Potaje su cara por el San jorge y Gastón su culo por el dragón, lo que desató una gran carcajada entre los siete españoles allí presentes. Mientras todo esto ocurría no nos dimos cuenta de que un gran silencio había estado reinando en el recinto y es que durante el rato en que las blancas nalgas simulaban sendos felones del dragón los demás ingleses miraban respetuosos hacia su bandera que descendía ambientado por un tambor y un flautín.

Avergonzados decidimos salir de allí para cortar un conflicto diplomático en ciernes y nos fuimos a la cama no sin antes pasar por una relajante ducha otra vez en el baño de discapacitados.

El día había sido largo pero muy divertido. Mañana vendría otra historia, pero hasta aquí esta estaba siendo la nuestra y lo demás o ruido o silencio.

viernes, 5 de agosto de 2011

3 agosto 2011: Abrazos de colores y una fiesta de cumpleaños que se les fue de las manos

"Ser libre, poder levantarse y dejarlo todo - sin mirar atrás. Decir Sí"
Dag Hammarsköld, diplomático sueco

Tener la suerte de cumplir años en el Jamboree es algo reservado para unos pocos pero cambiar de decena y alcanzar los treinta años es una oportunidad única e indescriptible.

Descansado y reconfortado por la ducha de agua caliente de la noche anterior y con la emoción de que recordar que era mi cumpleaños (lo cual no siempre recuerdo), me levanté de la cama de un salto, dándole un fuerte golpe en la cabeza con una gran placa de hormigón que alguien había puesto encima de mi saco de dormir y en el que ponía "30 años". La realidad de la treintena pesó al momento y me lanzó de nuevo al saco de dormir. Lo que hacía un momento había sido un salto ahora fue un largo proceso de quince minutos de agonía y lucha contra mis párpados.

Fuera de la tienda llegaron las primeras felicitaciones de los chavales que, entre dormidos y a medio vestir iban recordando los múltiples mensajes que les había ido mandando estos días y que los animaba a regalarle lo que quisieran sin ningún limite de coste o volumen y caían en la cuenta de que hoy era el día.

Desayunaron mientras los cuatro scouters preparabamos las ochenta hamburguesas que serían nuestra comida del mediodía. Nuestro desayuno era un lujo que más tarde intentaríamos alcanzar.

Con la comida hecha, un par de tostadas rápidas y la mochila cargada de agua, crema y otros enseres nos disponíamos a salir rumbo a la tercera actividad programada del Jamboree: Quest. Pero justo en ese momento las chicas de nuestra tropa decidieron que debería llevar un enorme cartel de cartón en el que rezaba: "Today is my birthday. Free hugs", feliz cumpleaños y abrazos gratis, un mensaje que anunciaba un día de cumpleaños ajetreado pero muy divertido.

Ahora sí, con el cartón colgado en la mochila, salimos rumbo a la actividad.

Por primera vez desde que empezamos el Jamboree me libraba de la reunión de "unit leaders" y me daba el relevo Pilar, scouter del G. S. Maravillas.

En el camino a la actividad ya empezaron las primeras felicitaciones de la gente y los primeros "free hugs". Pero al llegar a la base central de Quest una gran cantidad de personas de todos los países posibles empezaron a feilicitarme, a abrazaría y a cantarme el cumpleaños feliz en su idioma. Todo esto era un verdadero regalo que si bien no era material si dejaba posos en el recuerdo de este día.

La actividad estaba dividida en varias partes: celtas, vikingos, griegos y conquest.

En la primera de ella, dedicada a los celtas irlandeses debíamos superar varias pruebas de equipo para conseguir runas antiguas e ir intercambiando las repetidas con otras patrulllas hasta completar las seis. La primera prueba que jugamos consistía en bajar todos juntos una estructura triangular de madera en la que estaba subido un miembro de la patrulla, ponerle a la distancia suficiente del suelo para coger unos saquitos y levantarle de nuevo. Otras fueron el lanzamiento de herraduras a ciegas o la carrera de equilibrios.

Después pasamos a Grecia, donde pudimos pescar entre todos y con un alarde de habilidad un castillo y ponerlo en su lugar, guiar a compañeros ciegos a encontrar las piezas de un puzzle y montarlo, dirigimos dos pelotas de golf desde la salida a la llegada de un laberinto de cuatro metros cuadrados y conseguimos mandar una pelota de golf a través de unos tubos controlando su inclinación tan solo con el efecto de nuestro peso colocado al otro lado de un balancín.

Tras un breve descanso, mil abrazos y felicitaciones más y la ingesta de dos hamburguesas con el pan desmigajado por el ajetreo de la mochila nos fuimos raudos a las dos siguientes pruebas.

Antes de entrar en la base vikinga dimos la opción a los chavales de poder elegir si querían continuar con nosotros las pruebas o prefirian continuar con alguna de las infinitas actividades que se ofrecen en el Jamboree. Algo menos de la mitad decidieron tomar esta opción con la condición de aprovechar el tiempo en otra actividad de su interés pero con la garantía de que unos pocos no lo harían. Trece años de experiencia como educador te permite captar rápidamente a los chavales, saber a cuales tienes enganchados y entenderr que los hay que parecen ángeles y no lo son.

La tercera prueba suponía recorrer un laberinto absolutamente caótico por el bosque buscando pruebas en las que encontrar tres números de tres colores diferentes que abrieran el candado que daba acceso a la salida. Con la "eliminación" de los menos motivados la situación cambio sustancialmente y en la primera prueba, en la cual debíamos buscar un numero en una montaña de trozos de corcho, el lanzamiento fortuito de los trozos dio paso a una autentica guerra campal en la que se respiró muy buen ambiente. El resto de pruebas fueron el cruce de un supuesto río con cajas en las que subirnos a modo de puente y que en ningún momento debíamos dejar de tocar y la búsqueda de un numero en un un cubo gigante lleno de pelotas y papel y con unas pequeñas aberturas redondas en los lados como único modo de acceso a su contenido.

Se seguían sucediendo las felicitaciones y en la fila de la ultima prueba una coral de voces blancas de Argentina entonó el "que los cumplas muy bien".

Acabamos esta actividad con una pista americana en la que debíamos sortear vallas, lianas, túneles, tirarnos por toboganes, escalar torreones y golpear un gran cántaro de latón en el menor tiempo posible. Esta era la pueba más animada, tanto que un par de motivados decidieron repetir para comprobar su tiempo mientras otros pocos les cronometrábamos la duración.

Al acabar esta prueba ya solo quedábamos ocho personas de cuarenta.

En el acto de cierre de la actividad le cantaron el cumpleaños feliz a un IST y justo delante de mi otro español cumplía años. Yo no es por malmeter,per para la edad que tenían estaban muy desmejorados...

Desde hay pasamos a la "Most Primitive Experience", una actividad modular en la que habían recreado en el bosque un campa con los usos y recursos de 1907 y en el que íbamos aprender a habilidades manejadas entonces. Nos recibió una bandera scout puesta en un mástil y suspendido este en el aire por unos tirantes amarrados a una construcción scout.

Estabamos dispuestos a hacer todas las actividades propuestas en este modulo, pero la poca disponibilidad de tiempo y la dificultad de la que elegimos en primer lugar hizo que se quedaran muchas en agenda para los siguientes días.

La que más nos llamó la atención para empezar fue una en la que se enseñaba a hacer fuego con metal y silex. Es muy fácil girar la ruedecita del mechero y que salga una llama con la que encender fuego, pero es menos reconfortante que superar el reto de encenderlo con el esfuerzo y el sacrificio que supone el aprendizaje de una nueva habilidad y la satisfacción de lograr el difícil objetivo; pura pedagogía y lo mejor de todo una actividad cargada de educación en valores.

No fue tarea fácil ver salir fuego del nido de paja que teniamos entre las manos. El primer lugar debíamos coger paja, hacer una bola y una pequeña oquedad en ella, tomar un trozo de silex y colocar sobre la piedra una pequeña pieza de algodón carbonizado. Al choque del mosquetón de metal con la piedra y el impacto de alguna chispa sobre el algodón, este ultimo empezaba a combustir sin llama. Era entonces el momento de meterlo en el hueco de la paja, apretaron y soplar fuerte y constantemente para que se avivara la combustión. Sabíamos cuando iba bien porque empezaba a salir humo de entre las manos, el calor aumentaba aun sin llama, entonces había que insistir, persistir el soplido y tener confianza en lograrlo. Una pequeña duda o un parón en el soplido marcaba la diferencia entre el éxito o el fracaso. Un último soplido más fuerte hacía la mágia y de repente te veías con una bola de fuego entre la manos. La paja ardía y el orgullo se ensanchaba por el éxito logrado.

El primero en conseguirlo fue Gastón, scouter del San Agustín y tras él Carmen, del Santiago el Mayor y finalmente yo, con una autoría compartida con Gareth. Los chavales oscilaron entre los que se rendían rápido y los que lograban autenticas bolas de humo y luego se apagaban. Alguno también logró hacer fuego.

Volvimos a las tiendas para prepararnos para la actividad que venía después y al entrar en la tienda de scouters un sencillo sobre blanco con mi nombre me esperaba en la puerta interior. Al abrirlo me encontré un regalo de alguien que jamás me abría imáginado. En realidad era de Ana, la susodicha "señoraesposa" y lo que me sorprendía era que hubiera planificado el regalo así y se hubiese organizado para darselo a alguien en Madrid, que lo hubiera traído ese cómplice y lo hubiera dejado en mi tienda, todo ello superando el escollo de haberlo podido perder junto con el equipaje en el vuelo... Sea como fuere, el regalo, una audio-carta, una cartera y un plan madrileño muy interesante me alegró aun más el día.

Desde hacía varios días se había estado planificando un encuentro de españoles en la "Four Season Square", la plaza central del Jamboree. En este lugar y vestidos de rojo representaríamos una autentica marea roja que dejara constancia de la presencia de los scouts iberos en Suecia. Fuimos llegando con mayor o menor puntualidad (característica típicamente española y fundamentalmente scout) y el ambiente se fue caldeando. Se intentó hacer un circulo gigante para cantar todos juntos, pero un fortuito "Aserejé" por la megafonía central destruyo todas nuestras esperanzas y de repente todos los españoles se fueron juntando en el centro pasando de esta canción a todos los exitos macarenos patrios. Todo un despliegue de buen gusto musical que generó un buen ambiente al que se fueron uniendo scouts de todos los países y que se coronó cuando los diez mástiles de la plaza central fueron vestidos con sendas diez banderas de España. Según los organizadores la mayor y mejor jarana de las que se habían organizado en el Jamboree y que confirmaba la habilidad hispana para hacer una fiesta en cuanto se descuidan. Yo por mi parte aproveché para departir largo rato con Tito, presidente de Scouts de Castilla-La Mancha.

Ellos no quisieron reconocerlo para no dañar mi reconocida humildad, pero tengo clarísimo que la tal marea roja en realidad fue una fiesta sorpresa de cumpleaños. Una verdadera fiesta que al más puro estilo de convocatoria Facebook se les fue de las manos.

El día tuvo la guinda cuando minutos antes de las doce de la noche los chavales y scouters de nuestra tropa se reunieron alrededor de mi y entonando el cumpleaños feliz me regalaron un cálido forro polar de color verde manzana del Jamboree y una camiseta amarilla de nuestro campo.

Una jornada de cumpleaños muy especial en la que me regalaron abrazos de todos los colores, felicitaciones en mil idiomas, un romántico regalo sorpresa y otro fantástico regalo de la tropa, pero sobre todo la posibilidad de vivir todo esto en un lugar tan especial.

Hasta aquí había sido mi día de cumpleaños. Mañana, con treinta años y un día, seria otra historia, nuestra historia y lo demás o ruido o silencio.