"La libertad no consiste en hacer lo que quemos, sino en tener el derecho de hacer lo que debemos"
Papa Juan Pablo II
Pocas cosas hay tan agradables en la vida como levantarse por la mañana, salir de la tienda y que nada más poner un pie fuera empiece a caer tal chaparrón que no te haga la falta ir al baño a lavarte la cara e incluso que acabes tan mojado quenpuedas hacer pis encima porque no se notaria. Así empezó nuestra penúltima jornada de Jamboree.
Parecia otro de esos días grises que tanto nos habían apagado en las jornadas previas, pero a la hora de despertarnos ya jo quedaba rastro de las nubes ni la lluvia y de nuevo un cielo azul nos ofrecía lo mejor para disfrutar de miles de actividades.
Hacia tiempo que queríamos volver a la "Most Primitive Scouting Experience" y empaparnos del aprendizaje que allí nos ofrecían. Los chavales marcharon para allá y yo me uní después de terminar la reunión de responsables de unidad de cada día. En esta experiencia primitiva pudimos aprender a tallar una cuchara o a construir un turbo fuego, una forma de cocinar con fuego en el campo y que con el simple vaciado de un tronco y un fuego interior permitía hervir agua en menos de cuatro minutos. Bear Grylls, el último superviviente temblaba por si le quitábamos el puesto.
Los chicos no pudieron acabar bien la tarea cuando tuvieron que marchar raudos al otro lado del recinto del Jamboree, justo al lado de la entrada del pueblo Spring, el de los adultos, donde los Filandeses habían instalado desde el principio del evento una sauna en la que cualquiera podía acercarse un poco más a las costumbres de este país nordico. Era el punto favorito de muchos acampados que venían de países en los que jamás habían visto algo así.
Los nuestros entraron primero y cuando salieron dieron paso a las chicas, que también habían reservado para pasar un rato de relax abriendo bien sus poros. Cuando salieron todos parecían cochinillos coloraditos e hiperelajados. Nos planteamos los scouters muy seriamente montar una en nuestros campamentos para que fueran todos los dias media hora antes de ir a dormir.
Por primera vez en todo el Jamboree una de las actividades que íbamos a hacer estaba al lado de la otra y tardamos menos de dos minutos en llegar a la siguiente: un taller de radio. Cada cuatro años, la impresionante plantilla de radioaficionados scout hacer un Jamboree en las ondas, la llegada de las nuevas tecnologías hace que también lo hagan en internet. Ambos eventos se denominan JOTA y JOTI y al igual que el Jamboree en vivo reune a infinidad de personas y tiene sus propias insignias.
Los medios de hace años determinaban que la radio fuera un elemento muy presente en los campamentos scout, pues era el medio de contactar en un campamento cuando se estaba de ruta o de raid o de conocer a scouts de todo el mundo sin el recurso del Messenger o el Facebook.
La actividad, que estaba dividida en varias carpas, estaba dirigida por un grupo de esos "antiguos" scouts que aun mantenían la afición de comunicarse por radio. Si pasábamos por todas las bases conseguíamos la insignia oficial de la radio del Jamboree. Y los hicímos.
Primero fuimos a una base en la que nos dotaron de una gran antena receptora de ondas y debíamos jugar al "Fox Hunting", donde los zorros eran unos emisores de señales morse colocados por el campo que debíamos encontrar orientando las antenas y andando en la dirección en la cual la señal era más clara. Cuando los encontrabamos debiamos marcar nuestra ficha con una troqueladora colocada al lado del emisor.
La segunda prueba era una base de código morse y en ella debíamos tomar un emisor de morse, colocar el receptor frente a un compañero y enviarle un mensaje que este debía recibir correctamente y descifrar.
En tercer lugar pasamos por la estación de radio de señal de alta calidad, en la que con unos medios impresionantes y gracias a un scout radioaficionado pudimos contactar con uno de los organizadores del Jamboree en las ondas de Gran Canaria. Estuvimos hablando largo rato de nuestro campamento de hace tres años en Gran Canaria, de las personas en común que conocíamos y de los parajes canarios por los que pasamos y todo esto a tan solo cincomil kilometros de distancia...
La cuarta y última base fue un sencillo recorrido de obstáculos que se convertía en imposible cuando nos ponían unas gafas opacas, un vaso lleno de agua en las manos y teníamos que hacerlo con las indicaciones que nuestro compañero nos daba desde fuera a través de un walkie.
Con las cuatro pruebas superadas nos dirigimos a la caseta central donde nos dieron el susodicho oficial.
De allí salimos volando, pues los chavales tenían que estar en la zona de acampada para comer (a las cuatro de la tarde) y los scooters teníamos una reunión con el responsable del contingente español para hacerle llegar nuestro parecer acerca de la organización del Jamboree. Una reunión muy productiva en la que espontáneamente , como en los grandes movimientos sociales, surgió un equipo de trabajo para el Jamboree de Japón del 2015 el cual pondremos en marcha a partir del próximos mes de octubre. Tan solo cuatro años para preparar el próximo gran evento internacional y, como decía Baden-Powell, tanto por hacer y tan poco tiempo para hacerlo.
Por lo demás fue una reunión de una gran aporte de ideas que han de superar la barrera de la jerarquía scout, gran ausente en el mayor evento scout. Pero dicen que cuando la política entra por la puerta la pedagogía sale por la ventana, así que preferimos obviar este aspecto y quedarnos con lo bonito.
Con el trabajo cumplido nos fuimos a la zona de cambio. Desde el comienzo del Jamboree los más avispados coleccionista de insignias, uniformidades y pañoletas habían estado ojeando cuales eran las más preciadas, las más exclusivas o las de los países más pequeños y extraños y, como en un libre mercado, las leyes de la oferta y la demanda determinarían el coste de las cosas. Así pues, las insignias y pañoletas de las islas de San Vicente y Granada, Trinidad y Tobago o Nueva Zelanda, cuyo contingente había estado compuesto por poco más de cinco o seis personas, tendrían un valor incalculable por lo exclusivo más allá que por lo estético.
En nuestro grupo había un camiador muy ducho en el arte del trueque aunque desconcertante en los objetos que llegaba a cambiar y coleccionar. Sergio le cogió el gustillo a este tema y son su bolsa bajo el brazo y sin hacer ruido solía escaparse en cualquier dirección dispuesto a cambiar a su familia si hiciera falta. Con el paso de los dias había acumulado elementos scouts de lo más dispares y los llevaba puestos en todo momento. La camisa de la uniformidad norteamericana, las pañoletas de Bélgica, Reino Unido, Libia, Francia, España..., las insignias oficiales de algunos países y otras de eventos desconocidos, el abrigo de Colombia y dos llaveros de la Torre Eiffel que había cambiado por la insignia de Bélgica y todo ello puesto a la vez. Sergio era el museo andante del Escultismo que Dali habría inventado.
Hoy era el penultimo día del Jamboree y la gente empezaba a volverse loca por consegir ese objeto que había estado deseando desde el principio y la zona de cambios parecía un mercado indú. Una manta de pañoletas, insignias, sudaderos y abrigos cubría el suelo en improvisados puestecillos y surgían estrechos pasillos que a modo de corredor permitía a los andantes ojear el material expuesto. Por su parte, los más expertos y por ende los más peligrosos para negociar ocupaban las pocas mesas que se habían puesto en las lindes de este espacio. Cuando llegabas por primera vez allí tenías que decidir si pasear o poner un puesto para cambiar.
Yo empecé los cambios con mal pie y cambié un cortavientos por la insignia de México, una representación del calendario azteca en la cual cada una de sus partes era una de las tropas venidas desde el país americano.
Luego pusimos un puestecillo en el suelo y la cosa no mejoró mucho más. Después de un rato de negociar y cambiar me llevaba de vuelta dos pañoletas falsas de Japón, el polo del contingente ruso e insignias de diversa y dudosa indole. Todo menos mi más ansiado objeto: el cortavientos de Reino Unido, una prenda que algunos chavales habían cambiado por objetos de valores nimios pero que para mi era imposible incluso ofreciendo a mi señora abuela, que seguía en la mochila a la espera de alguna actividad adaptada a su edad.
Me volví al campamento cabizbajo y frustrado por no haber conseguido mi objetivo.
Al regreso nos juntamos un rato los scouters para hablar de un caso algo complejo de un chaval de la tropa y a raíz de esto surgió una charla a cuatro bandas la mar de interesante. Contradiciendo las más arraigadas creencias femeninas pude aprovechar este rato y hacer a la vez a mochila. Esto ya iba en serio y la aventura empezaba a acabar.
Los scouters de nuestra tropa quedamos a las doce con los de la otra tropa madrileña y los ISTs de Madrid para tomar algo y cenar, así que aproveché los veinticinco minutos que tenías para darme una ducha rápida en el ya habitual baño de minusvalidos.
Con una cena en el restaurante del Ramadam y unos crepes en el Húngaro acabó otro día, el penúltimo día.
La cosa estaba acabando y con él la aventura. Mientras tanto esta estaba siendo nuestra historia, lo demás o ruido o sisencillo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario