jueves, 11 de agosto de 2011

6 agosto 2011: No nos entristecemos al irnos a separar, la esperanza tenemos de volvernos a encontrar.

"Ahora deberías irte a casa, así podrás volver mañana. Porque si no te vas a casa, entonces no puedes volver. Y eso sería una pena"
Pippi Calzaslargas, en un cuento infantil de Astrid Lindgren

El tema de las enfermedades en los campamentos es un tema digno de estudio. Los primeros días siempre hay alguno que se pone enfermo de la cabeza o la tripa sin más síntomas que un desconsolado llanto; el diagnostico: mamítis. Yo he llegado a curar este mal con la disolución de unas bolas de caramelo disueltas en agua y un buen abrazo. Pero según avanzan los días el mal cambia a anginas, resfriados o procesos gripales entre un grupo muy concreto, los pocodurmientes. Y es que el descanso es fundamental cuando se lleva un ritmo tan frenético.

El ritmo de todos estos días había sido trepidante y desde hacia un par de jornadas los chavales habían empezado a caer enfermos a un ritmo casi pandemico. Por ese motivo dos o tres participantes de nuestra tropa tuvieron que visitar el medico nada más empezar la mañana.

Mientras tanto un ambiente de clausura había comenzado a inundar el campamento y las construcciones que antaño habían dado lustre a la inmensa pradera ahora caían como si un tsunami fuera arrasando la zona lentamente.

Nuestra tropa comenzó con la recogida del equipaje. De repente toda la ropa acumulada durante los días en el suelo de las tiendas inundó la parte central del circulo que formaban el asentamiento transformando el césped en una alfombra multicolor con el factor común de la suciedad, las arrugas y el desconocimiento de si tal y cual prenda era propia o simplemente me había acostumbrado a verla todos los dias al acostarme y al despertarme y entonces le había cogido cariño.

Los nuestros variaron en las dificultades acaecidas y mientras Jorge tenia serias dificultades para entender como su madre había conseguido meter todo el "sindios" de ropa en la mochila, para Sergio lo era ver dnde metía todo lo que había cambiado en estos dias. Por su lado Gareth, Dani y las chicas lo tenían todo más controlado y en poco tiempo tenían listo su macuto y empezaban a desmontar sus tiendas. Cuando empezaron a sacar bultos y ponerlos en el centro Paula sacó lo que parecia un ataud con ruedas y es que era tal el volumen de la nueva mochila que le cabía lo nuevo y lo que trajo desde Madrid.

Por nuestra parte los scouters habíamos empezado a desmontar la construcción que había hecho las veces de mirador y cocina. En poco tiempo había desaparecido la lona que lo cubría y los palos travesaños secundarios y solo quedaban los apuntalamientos verticales que estaban clavados al suelos a una profundidad de un brazo. Cinco de estos pilares los sacamos con más o menos esfuerzo y pala, dejando para el final el alto mástil de ocho metros desde el que ondeaban las banderas de España y Scout.

En ese preciso instante se nos ocurrió que no había mejor manera que bajar aquel acento vertical a hachazos. Calculamos el radio posible de caída e hicimos un cordón alrededor para evitar un accidente y hacha en mano comencé a golpear el tronco a un metro de la base. Los golpes, dirigidos en el mismo punto para poder controlar la caída, hacían zozobrar el mástil mientras alrededor los chavales entonaban todas las consignas hispanicas aprendidas durante el mundial. El ambiente era tan bueno que poco a poco se fueron uniendo personas de otros países que pasaban por allí y cuando el último hachazo hizo doblar la madera y cayó al suelo, un gran estruendo de aplausos resonó en el ambiente. Tan solo una scouter sueca planteo la peligrosidad de dicho acto espontaneo recibiendo un contrargumento de caracter ludico y demostrandola que había caido en el punto planificado.

El resto del tiempo continuó con la recogida de la zona y el desmontaje de las demás tiendas. Lo ultimo en quitarse fue la gran carpa blanca y con ella los bancos y mesas y el menaje de cocina.

Por la mañana nos habían dicho que teníamos que devolver todo lo prestado en perfecto estado de limpieza, lo cual nos preocupó a los cuatro scouter porque había cosas que habíamos perdido de vista hacía días y porque había otra con una costra de grasa acumulada durante los días. Esto planteó una situación pedagógica perfecta: un pequeño esfuerzo (de limpieza) cada día o una paliza final.

Los chavales vieron el percal que se avecinaba y se tumbaron entre las mochilas dispuestos a dormitar, así que me vi obligado a levantarlos con una refrescante ducha de agua. Mojados y enfurruñados se levantaron a limpiar y cuando menos cuenta se dieron todos estaban raspando grasa, fregando o aclarando fogones.

Con todo listo listo y la alegría de saber que no tendríamos que devolver las ollas y sartenes con sus dos centímetros de grasa empezamos a dar viajes con las mesas, las carpas, bancos, cocinas... Y llevando los ocho cubos de basura clasificada al más puro "Sweden Style" y rezando para que no nos hibieramos equivocado y nos hicieran meternos en los cubos como días antes Sergio y Dani.

Con la pradera vacía de tiendas y limpia nos íbamos a llevar los macutos al pabellón de España, pero la noticia de que había sido ocupado por otros Scouts del contingente iniciamos un peregrinaje en la búsqueda de algún otro pabellón vacío en el que pasar la noche. El periplo nos llevó por varios pabellones hasta que finalmente nos quedamos en uno aparentemente vacío.

Temiendo el expolio que se suele dar el ultimo día de Jamboree los scouters organizamos tres turnos de vigilancia para quedarnos por pareja junto a los macutos mientras los chavales y scouters disfrutaban de la ceremonia de despedida.

El escenario habitual en el que se habían desarrollado los actos conmemorativos anteriores había desaparecido y en su lugar había una nueva estructura de planta cuadrada coronada por un techo de forma piramidal y cuatro pantallas gigantes, una por cada lado y un impresionante despliegue de luces y altavoces.

El acto empezó con el saludo de los reyes de Suecia. Un rato antes me había enterado que "sus altezas" llevaban disfrutando del Jamboree con nosotros desde hacía dos días, pero no en una carpa real con todo lujo de comodidades, sino en una tienda de campaña como los demás, en la misma zona que los ISTs, comiendo lo mismo que los voluntarios y esperando la cola del comedor como todo buen hijo de vecino. Un buen ejemplo de humildad del presidente honorifico de los scouts del mundo.

Continuó con varios videos resumen del Jamboree que si bien no sirvió para resumir todo lo ocurrido si abría el cajón de la memoria para poder recordar nuestro Jamboree, el Jamboree que cada uno había diseñado y disfrutado durante doce días. Pero cuando estaba a punto de acabar un aguacero repentino comenzó a caer sobre nosotros mientras los focos enfocados a las cuarentamil personas alli reunidas daban cuenta de la manta de agua que se avecinaba. Todos empezamos a correr cuesta arriba raudos a refugiarnos bajo las copas de los arboles y a buscar los chubasqueros. La escapada desordenada iluminada por los flasazos de las luces del escenario me recordó la escena de Harry Potter en que ha de escapar de los moriptifagos y dementores tras el ataque en la final del mundial de quidicht.

Cuando llegamos a la carpa el chaparrón estaba parando, pero aprovechamos para prevenirnos de posibles tormentas posteriores y para hacer el cambio de guardia. Se quedaros Carmen y Cristina, del G. S. Santiago el Mayor.

La vuelta al recinto del espectáculo supuso un autentico choque generacional. Los presentadores dieron paso a Kate Ryan, ídolo de jóvenes y adolescentes que tararearon sin dudar sus canciones y que entono el "Changing the world", himno del Jamboree. A continuación llegó el grupo Europe que nos deleitó con temas míticos con "The final countdown" o su versión del himno del evento scout. Para entonces estaba empezando a llover fuerte y yo tenía que volver a la carpa a dar el relevo.

Escuché el resto del concierto desde la lejanía y en soledad, ya que Pilar, del G. S. Maravillas no pudo soportar la presión de bajar a la fiesta y me pidió permiso para ir a verlo; se lo di mientras yo me quedaba actualizando el blog. Pero la distancia con el escenario no impidió que también desde la carpa pudiera disfrutar de las canciones y los fuegos artificiales que marcaron el final de la fiesta.

Media hora antes del final comenzó de nuevo a diluviar, pero en esta ocasión de manera repentina y continuada. El mismo efecto tambor que se sucedía en la tienda cuando caía el agua sobre ella se repitió en la carpa, pero multiplicado por el tamaño de la superficie del techo y la virulencia de la tormenta que estaba cayendo.

Los chavales parecían no haberse percatado de que, como temían los irreductibles galos, el cielo se estaba cayendo sobre ellos y cuando regresaron a la carpa estaban completamente empapados. Venían además con un sentimiento encontrado por haber cantado con Kate Ryan y haber bailado con la música que escuchaban sus padres de jóvenes.

El final de la fiesta marcó el comienzo de la tragedia. Cuando todos los chavales comenzaban a llegar a la carpa atestada de mochilas y se agolpaban en la puerta y bajo la lluvia por el poco espacio disponible llegó el responsable del contigente hungaro reclamando la propiedad y uso de dicha carpa. Comencé una batalla dialectica con él para tratar de hacerle ver que con todo el recinto sin carteles era difícil saber que pabellón era de quién en aquel laberinto, pero una bandera de tres metros cuadrados en un mastil de la puerta fue su argumento final.

Vencidos en la negociacion diplomatica tuvimos que pedir a los chavales que cogieran todas sus pertenencias mientras los scouters buscaban otro pabellón donde pasar la noche mientras la lluvia intensa seguía cayendo. Esto supuso que se diera un fenómeno característico de todos los campamentos, la perdida progresiva de pertenencias. Según esto, si un chaval saliera de un sitio con una mochila de sesenta litros y le hicieramos dejar y coger dicho macuto en veinte sitios distintos, al final llegaría con un equipaje no mayor a un neceser tras haber perdido sus pertenencias en el trayecto. Este fenomeno se cebaba especialmente con Jorge, Sergio y Gareth.

Justo enfrente de la fortaleza húngara había una carpa larga y estrecha que a priori parecía vacía y segura. Era larga y estrecha y con setenta y tres personas dentro parecía un poco caotica pero el sueño y la lluvia la pintaban ideal para pasar lo poco que quedaba de noche. No obstante, temerosos porque se diera otro reclamo de la propiedad a mitad de la noche decidimos buscar otra alternativa y dividir a los chavales para poder asegurarnos ambas.Con el plan perfectamente estudiado y los chavales divididos en dos grupos nos disponíamos a dormirnos.

Sin embargo la lluvia no estaba dispuesta a darnos descanso y cuando casi apagabamos la luz una tromba de golpes se desplomó sobre el Jamboree. En la primera carpa el agua entró por abajo inundando completamente el suelo y mojando algunas mochilas y en la segunda carpa empezó a entrar justo a tiempo para retirar los aislantes y jugar al tetris para poder caber todos. Los chavales de la carpa estrecha tuvieron que pasarse a la segunda ocupando todo el suelo disponible y entonces la luz se apagó. Era la hora de dormir para ellos.

Eran las dos y media de la madrugada y los scouters nos dividimos en tres grupos. Un grupo se dedicó a coger mesas, montarlas y ponerlas en los lados de la primera carpa para a continuación coger todas la mochilas ynsubirlas encima. El segundo grupo se armó de palas y empezó a cavar una zanja de diez y ocho metros de largo y treinta de ancho justo al lado de pabellón para evitar que el agua volviera a entrar y mojara a los que dormían dentro. El tercer grupo se quedó dentro del pabellón esperando a que los chavales entraran y encontraran sitio donde hubicarse.

Eran las tres y media de la madrugada cuando todos estaban por fin acostados, fuera diluviaba, los relampagos iluminaban el interior de la carpa y el despertador sonaría solo en dos horas y media...

Hoy la aventura había sido intensa y larga y al día siguiente marcharíamos acabando nuestro periplo sueco. En ningún lado oficial contarían nuestra aventura y solo nosotros sabríamos lo vivido. Este era nuestro Jamboree y lo demás o silencio o ruido.

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