jueves, 11 de agosto de 2011

7 agosto 2011: Para toda la vida caminarás conmigo.

A las seis de la mañana sonó el despertador en la carpa en la que habíamos pasado la noche. Desde el preciso instante en que acabaron los fuegos artificiales había empezado a llover y aun seguía haciéndolo.

Recogimos los sacos y el aislante y nos pusimos la misma ropa mojada mojada de la noche anterior pues todo lo demás estaba en la otra carpa y bien guardado para el viaje.

El grupo San Agustín y Maravillas seguían durmiendo pues su autobús salía dos horas más tarde, pero setenta pies caminando entre sus cabezas los despertó dándoles un saludo no deseado.

En la carpa de las mochilas comprobamos que aunque el agua había inundado todo el suelo, la mayoría de las mochilas se habían salvado de mojarse. No obstante el aspecto general era desolador y el barro impregnaba todo aquello que estaba a la vista.

Con la mochila lista salimos corriendo bajo la lluvia a otro pabellón vacío en el que poder desayunar y esperar el autobús.

A las ocho menos diez llegó Juan con el numero de dársena de nuestro autobús. Con todo preparado empezamos un peregrinaje de mochilas y cajas de comidas y ollas para los días de Copenhaguen hasta la puerta del autobús. Fueron quinientos metros durante los primeros momentos sin lluvia que se hicieron eternos por el peso que portabamos.

Cargamos todo en el autobus y nos subimos. Los chavales ocuparon su lugar sin pensar si sentarse con su mejor amigo, pues en su cabeza solo estaba el dormir hasta Copenhague; no habíamos salido del recinto cuando los primeros ya estaban roncando. Viendo alejarse a la ciudad efímera sabía que ese era el final.

Tengo una amiga a la que sus padres siempre le prohibieron ver Pippi Calzaslargas bajo el argumento de que era antieducativa y proponía valores negativos. Pero era la propia Pippilota, y Astrid Lindgren a través de ella, la que nos mostraba la belleza de los finales. Solo acabando se puede volver a empezar, disfrutando del final, siendo consciente de queda siempre queda algo más y de que lo que hace infinito un recuerdo es el carácter finito de la experiencia que lo creó.

El final del Jamboree había llegado, era momento de volver a casa y alegrarnos por lo vivido; solo marchando podríamos volver a encontrarnos en Japón en el 2015 y eso sería una alegría.

Llegamos a Copenhague encontrandolo exactamente igual que como lo dejamos, con un cielo gris uniforme que auguraba una lluvia gris que nos venía atenazando el animo desde Suecia y ninguna esperanza de ver un rayo de sol en mucho tiempo.

Atrás quedaba el Jamboree, la gente que habíamos conocido y todo lo vivido en catorce días inolvidables.

Esta había sido nuestra aventura y no cabía nada más, ni ruido ni silencio. Desde hoy caminaríamos juntos para siempre por mucha distancia que nos separase.

2 comentarios:

  1. Bueno Javi, parece que acabó vuestro Jamboree y una de las mejores experiencias de vuestra vida (de los chavales posiblemente la mejor hasta ahora)y esta aventura quedará en vuestro recuerdo para siempre.
    Gracias de nuevo Javi por contárnoslo tan bien como lo haces y de estar al lado de nuestros hijos en este campamento tan especial.
    CARLOS

    ResponderEliminar
  2. Efectivamente esto acabó, Javi y los chicos han llegado en perfecto estado a Madrid. Las mochilas portaban menos peso del que llevaron, las caras de cansancio hablaban por si solas, las toses y los mocos nos dan una idea clara del tiempo que han debido de pasar mojados, pero en el aeropuerto sólo se respiraban aires de buen rollo, complicidad y amistad.
    Javi, mil gracias por tu entusiamo, implicación y esfuerzo y mil gracias por permitirnos a los padres vivirlo desde aquí.
    Espero poder repetir la experiencia con Nacho en Jamboree 2015 en Japón y espero también tener la suerte de que alguien como tú, acompañe a mi hijo.

    ResponderEliminar