"Una alegría compartida se transforma en doble alegría; una pena compartida, en media pena"
Probervio sueco
La noche que nunca llega nos saludó con la buenanueva de que la borrasca que nos había acompañado estos días atrás se alejaba poco a poco. Recibimos la noticia con una gran ovación que, a modo de una ola, se fue extendiendo por todo el campamento. Por un momento pensamos que lo que venía era una horda de orcos arrasando por el norte, pero en cuando nos dimos cuenta del motivo del barullo nos unimos rapidamente a celebrar la nueva situación atmosférica.
La calma llegó en el momento justo, cuando el animo empezaba a flojear cansados por la constante lluvia que nos habia ido empapando durante los tres días previos. El cielo azul nos ofrecía la situación perfecta para disfrutar de una de las actividades fuertes del Jamboree: Camp in camp. La oportunidad de ir de campamento durante 24 horas con un grupo scout sueco a algún paraje no más lejos de dos horas y con el sencillo objetivo de conocer "su Escultismo".
Era la primera vez que íbamos a separarnos en patrullas y a las diez de la mañana venían a buscarnos a nuestra campa para dirigirnos al autobús. A ellos les dijimos que vendrían en nuestra busca a las nueve y media (trucos de trece años trabajando con adolescentes), por lo que a las diez en punto... aun estaban haciendo la mochila con las cuatro cosas básicas que teníamos que llevarnos (costumbres de adolescentes aunque pasen otros trece años más...). En momento como estos es cuando corroboro mi teoría de que los adolescentes acumulan odio y rencor durante los ratos en los que les obligan a ordenar su habitación y cuando llegan al campamento se deshacen de este odio convirtiendo sus tiendas en un desmadre. Este año he me he visto obligado a dar dos premios, uno grupal para las chicas -Clara, Paula, Sara y Ana- que han hecho de su parte común un provador del Berska en Navidades y un premio individual para Jorge, que ha repartido toda su mochila en el habitáculo que comparte con Gareth, consiguiendo un aislante de veinte centímetros sobre el que duermen ambos todas las noches. Prometo foto.
Cuando por fin logramos salir nos dirigimos a las afueras del Jamboree, donde más de sesenta autobuses montaban a diez mil personas divididas en patrullas de diez personas rumbo a una aventura sueca.
El viaje duró algo más de una hora y aunque teníamos sueño, no pudimos dormir intentando aprovechar las vistas de los infitinitos bosques de coníferas, las grandes praderas verdes y los idílicos lagos que, como las manchas de una vaca suiza, salpicaban el paisaje. Por su lado, algunas chicas aprovecharon para mantener una animado dialogo con la patrulla italiana que nos acompañó; espero que no tengáis ningún problema en tener un yerno italiano...
Cuando al fin llegamos al campamento descubrimos con sorpresa que compartíamos el lugar con otras patrullas de Líbano, Reino Unido, Bélgica, Alemania, Israel y EE. UU., amen de los anfitriones suecos y los roquenubloconsortes italianos.
Nos colocaron a los diez en una tienda de campaña modelo tipi -como la de los indios norteamericanos- y rápidamente nos dirigimos hacia el comedor-cocina donde repondríamos fuerzas antes de comenzar las actividades de la tarde. Observar la construcción del comedor me hizo darme cuenta de por qué IKEA surgió en Suecia y no podría haberlo hecho en ningún otro lugar. Con tan solo unos troncos de madera y cuerda de pita habían hecho un comedor en forma de U con unas mesas sobre troncos horizontales de más de dos metros cada una, bancos corridos, sujeto todo ello sobre trípodes, con portarollos. Además habían alargado los extremos de la U para hacer en uno de los lados una cocina con dos medias partes de un bidón y en el otro lado un fregador o con escurridor. Y todo ello cubierto para la lluvia sueca que, a diferencia de Sevilla, no es una maravilla.
La comida, a base de dos lonchas de pavo arropadas de pan de molde a expuertas, acabó en cuanto nos contaron que pasaríamos la tarde subidos en canoas y remando en el lago que rodeaba el campamento.
El campamento estaba en una pequeña península en medio de un lago y unida a la tierra por un itsmo que erea el único punto de acceso al campamento. Sin embargo, hasta que no llegamos a la orilla para montarnos en la canoas no nos dimos cuenta d ella posición en que nos encontrábamos. Las orillas de esta pequeña península habían sido aprovechadas par hacer el embarcadero de canoas para principiantes con una pequeña latían para aprender, otro embarcadero para duchos en el tema y una pequeña playa para bañarnos.
Con el salvavidas puestos, los pies barreados de pasear ansiosos por la orilla y las instrucciones básicas del manejo de la canoa recibidas nos metimos en el agua dispuestos a darnos el primer chapuzón sueco. Dani y Clara prefirieron asegurar su técnica en la laguna de principiantes y el resto pasamos directamente a la grande, pero a los cinco minutos ya estábamos todos juntos.
De nuevo volvimos a mostrar y demostrar el carácter español y mientras los demás países remaban tranquilamente y disfrutaban de ese paisaje que solo se ven en las películas cuando dicen "vamos a pasar el fin de semana pescando en el lago", los españoles empezamos con una carrera (con trampas, por supuesto) hasta la orilla contraria, luego a has una barca abandonada, de ahí a una casa que había un pelín más allá de la linea prohibida, después Ana me dejó solo en la canoa para montarse en otra, teniendo que remar en soledad y mostrar mis hercúleos músculos al tendido y por último una pelea en la que nos salpicamos con los remos y que acabó con Jorge y Gareth volcados por mojar en demasía a las chicas. Para empalizar con ellos dos nos tiramos unos pocos más al agua, por lo que los responsables del campamento vinieron a decirnos que debíamos subirnos a la canoa y nosotrosles vacilamos sumergiendonos cuando llegaban para despistarles y que no supieran donde estábamos. No hay nada como un lago para volver a ser un niño.
Volvimos a la orilla agotados y con ganas de un un ultimo chapuzón. Aquí fue cuando descubrimos que el agua de los lagos y ríos del sur de Suecia es muy oscura, como un cafe aguado, debido a los sedimentos de la tierra. Me recordó a los lagos de Escocia con la diferencia de que aquí disfrutábamos más tranquilos sin el temor de que un mostruo de leyenda nos arrancara las piernas.
Nada más acabar el baño las primeras gotas de una tormenta de verano advirtieron que venían curvas. Nos cambiamos con rapidez y fuimos corriendo a resguardarnos al comedor, por cuyo techo corrían las rieras de un aguacero que nos caló en los treinta metros que separaba la tienda y la construcción de la línea campamento de IKEA.
Cenamos unas ricas albóndigas -meatball como dicen aquí- con tomate que cococinamos que nos sentaron de vicio y un yogurt liquido de vainilla que nos dejó un rico sabor de boca durante el tiempo que duró la posterior velada mientras dos niños de seis os iete años ponian delante de mi primero y sobre mi despues dos orugas tan gordas y tan largas como un dedo indice. Eran las cinco y cuarto de la tarde cuando estábamos empezando a cenar.
Cuando los responsables del campamento consiguieron arrancar a todas las patrullas de sus comedores (había un comedor para cada patrulla) ya estaba atardeciendo, por lo que nos dirigimos a una pequeña cuesta que formaba el extremo norte del istmo y allí, aprovechando la forma del terreno como hiciéron griegos y romanos, nos sentamos dispuestos a disfrutar de la velada. Esta empezó con una canoa "disfrazada" de barco vikingo y con dos scouters montados en ella y con cascos con cuernos, lanzados cuesta abajo por unas ruedas que colocaron en la canoa y dando tantos botes que justo al final de la cuesta, cuando la canoa frenó milagrosamente con unos matojos previos al lago, los dos advenedizos vikingos salieron volando y, como sin lo hubieran ensayado durante horas, cayeron de costalazo en medio del escenario.
Con una presentación a base de gruñidos vikingos -lenguaje internacional- fueron dando paso a cada uno de los contingentes para que presentaran al resto una canción de campamento. Cuando llegaron a España todos a una decidimos hacernos el sueco (nunca mejor dicho...), y creerme que lo logramos, porque al final nos libramos del momento encerrona. Los españoles somos más del jaleo y la jarana espontánea que del ridículo programado y evitable. Todo esto regado como las mejores comidas con un rico caldo gran reserva de las nubes suecas.
A las diez de la noche (tardísimo para los suecos) nos redirigimos a la tienda con el pelo y los pies mojados, otra vez, pero con sin esguince de orgullo patrio.
El madrugón del día, el sol sobre nosotros durante la espera del bus y el desembarco en el campamento, el remo, el nado y demás ajetreo hizo que a las diez estuviéramos la gran mayoría en la cama. Solo Clara, que se apunta a un bombardeo, se quedó hasta las once en el comedor compartiendo dulces suecos y robando alguno para llevarnoslos a la tienda a los que estábamos allí. Al final, por un motivo u otro eran las once de la noche cuando nos disponiambos a planchar la oreja un poco más felices por la nuevas y únicas experiencias vividas y un poco mejores personas por la vivencias con otroas culturas y la convivencia armoniosa con personas de muy diversa índole. ¿Cómo no creer así en la paz mundial y en la convivencia de culturas?.
Mañana sería otro día, pero hasta aquí esta estaba siendo nuestra aventura. Lo demás o silencio o ruido.
No puedo seguir leyendo sin pararme a reir con lo de los premios, al menos por la parte que me toca, me lo creo a pies juntillas. Madre mía, lo que tienen que aprender. Javi, ánimo, tal vez tu lo consigas.
ResponderEliminarLas ventajas de tener hijos varones, NUNCA TENDREMOS UN YERNO ITALIANO!!!!!!!!!
ResponderEliminarJa, ja, ja, me parto mientras las mamás y papás de las niñas, se deben estar tirando de los pelos.
Animo familias, hay cosas peores,
Lo siento Susana pero ahora ya podemos tener yernos, asi que no lancemos las campanas al vuelo ...
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